viernes, 2 de junio de 2017

Cuento de primavera (2/4)

   Día 5. 08:30, el avión despega, todos deseamos que se dirija directamente a nuestro destino, Yakarta, unas 14 horas de vuelo, pero a las 7 horas más o menos de haber despegado, el avión vuelve a tomar tierra. Estamos en medio del desierto, el calor es insoportable mientras esperamos el autobús de turno, que no sabemos dónde coño nos llevará esta vez. 16:00, llega el mencionado autobús, y si estábamos ya en medio del desierto, ahora nos dirigimos más aún al medio-medio del desierto. Son las 17:30, llega el autobús a su destino, el sol va cayendo pero es imposible estar en el exterior, nos meten en una gran carpa con aire acondicionado y unas cien personas en su interior, allí están también los 50 indonesios que hacen el viaje contrario al nuestro, nos presentamos, saludamos y charlamos amistosamente de la manera más clara posible, es decir mediante gestos grotescos, nos dan un té y unas pastas. Hay una indonesia preciosa, se llama Bethari, nos decimos cuatro tonterías en mal inglés y nos quedamos fijamente mirándonos a los ojos, realmente es una maravilla de mujer. 19:00, llega un directivo de una prestigiosa compañía española de ferrocarriles, nos da la bienvenida y nos cuenta el planning de trabajo para esa noche. En media hora estamos todos en camionetas pertrechados con picos y palas camino al medio-medio del desierto. Nos pasamos toda la noche y parte de la madrugada poniendo vías y traviesas, pero gracias al increíble y espectacular manto protector que la noche ofrece en el desierto, Bethari y yo tenemos la oportunidad de una ausencia en nuestros quehaceres para poder expresar nuestros sentimientos sexuales. La sensibilidad y pasión que tiene en la manera de hacer el amor es estremecedora, el cuerpo se vuelve cristal y estalla en pedazos, se vuelve a juntar y acaba hecho añicos, así, hasta que la noche dice basta y da paso al primer asomo del sol, momento en que Bethari y yo recogemos nuestras palas y volvemos con el grupo.


  Día 6. A las 07:00 ya estamos de vuelta todos en la carpa sin dormir y sin descansar esperando de nuevo nuestros autobuses respectivos. Té, pastas y un poco de couscous para desayunar. Debido al esfuerzo de la noche anterior, mi espalda empieza a resentirse de manera preocupante, aun así, como un verdadero moña cincuentón enamorado, no puedo dejar de mirar a los 25 años de Bethari con una sonrisa ridícula, satisfecha y acartonada. Cuando ya estamos todos los grupos divididos para nuestra marcha al siguiente destino, decido, que después de la experiencia de los anteriores días de viaje, mi aprendizaje en el cultivo y cuidado de las orquídeas ha llegado a su fin y quiero volver con el grupo de Bethari que se dirige a Madrid para el aprendizaje del trato a los turistas. Mi coordinador se niega en rotundo a mis deseos, haciendo referencia al contrato que tenemos firmado, contrato y firma que no aparecen por ningún lado en mis registros de memoria. Resultado, tengo que seguir viaje, me despido efusivamente de Bethari y después lloro como un chiquillo camino de mi autobús. En el autobús nos hacen entrega de unos mini-auriculares, obsequio de la prestigiosa compañía de ferrocarriles.

Continuará...

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