viernes, 11 de noviembre de 2016

Caperucita nunca será devorada (Final)

   El día 18 de septiembre llamaron a los espías para confirmar que todos los hombres del mundo estaban ya en Pestaña y podían definitivamente cerrar las puertas de aquel lugar, elegido medio al azar, para dejar allí encerrados a tres mil doscientos millones de hombres.

   Pero los espías no pudieron confirmar este hecho, faltaba por llegar todavía un colectivo entero. Faltaban por llegar los de las diferentes cruces, sotanas, capas y capirotes, que aún no habían aparecido por Pestaña.

   Todas se mostraron muy sorprendidas y ligeramente preocupadas. Si según sus informaciones, no quedaba ya ningún hombre en sus respectivos países, por dónde andarían todos estos metidos, se preguntaban.

   Los espías las tranquilizaron un poco, pues desde la alta piedra de Cuin se les podía ver a todos ellos a lo lejos dirigiéndose hacia Pestaña. Eran los que más despacio venían, seguramente debido a su gran celo profesional, que les impedía ir dejando por el camino a ningún alma descarriada, por lo que su marcha era realmente lenta, pero que no se preocuparan, porque en un par de días como mucho ya estarían todos allí.

Dibujo de Castrortega
   Efectivamente, a los dos días todos los hombres del mundo, menos los instalados en Calma Yorka, ya se encontraban allí reunidos y apretados, muy apretados, esperando el inicio de todos los acontecimientos anunciados, sin ni siquiera sospechar de que allí no se celebraría absolutamente nada de nada, entre otras cosas, porque no había el mínimo espacio para ello. En ese preciso momento las puertas de Pestaña se cerraron y sellaron para siempre.

   Un par de helicópteros sacaron a los espías de allí y los depositaron en Calma Yorka, con la promesa de no relatar nada del espectáculo tan dantesco visto y vivido por ellos esos últimos días.

   Cuando todos en Pestaña fueron conscientes de su verdadera situación, se hizo un silencio tan sumamente estremecedor que se oyó en el mundo entero. Por unos instantes el único sonido perceptible fue el sonido de la nada, el sonido del vacío absoluto. El sonido del silencio indicando el comienzo de una nueva era.

   En medio de ese impresionante silencio, yo decidí marcharme, las ocho reunidas en la casa rural, dirigieron sus miradas hacia mí, y en ese preciso momento, pude ver reflejado en sus rostros la imagen de su victoria, de su preciosa, necesaria y trágica victoria.


Nota:

Evidentemente, todo lo que se relata en Caperucita nunca será devorada, es pura ficción, incluidos los personajes. Cualquier parecido con la realidad es una mera coincidencia, y producto, única y exclusivamente, de nuestra imaginación.

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