jueves, 22 de septiembre de 2016

Caperucita nunca será devorada (LXIX)

Playa del Hotel Hiz Sol y Playa antes del realojo
  Les quedaba todavía por hablar con el Gerente del Hotel Hiz Sol y Playa, para ver qué tal se iban desarrollando los acontecimientos en Calma Yorka. El Gerente les comunicó que ya habían llegado bastantes visitantes. Al principio todos se mostraron encantados, pues pensaron que habían llegado al paraíso, pero conforme fueron llegando más y más hombres y la cosa se fue apretando un poco, ya no se mostraban tan entusiasmados, aún así, todo se desarrollaba con normalidad y todos se iban adaptando a su nueva situación.

  Preguntaron al Gerente que cuántos hombres calculaba que habían llegado ya, este respondió que calculaba que unos ciento veinte millones, preguntándolas al mismo tiempo, si quedaban muchos más por venir, porque ya casi no cabían. Le respondieron que todavía quedaban unos pocos, pero que no se quejara mucho porque podrían estar bastante peor de lo que iban a estar allí, que se apretaran un poquito más, que no pasaba nada, que allí cada hombre dispondría como mínimo de un espacio aproximado de casi 30 metros cuadros y en Pestaña dispondrían de bastantes menos. Se despidieron hasta la próxima comunicación, que sería cuando ya estuvieran todos los elegidos allí concentrados.

  Sin perder ni un minuto de su tiempo se dispusieron a revisar todos los sobres reenviados de las participantes del sorteo. Su asombro fue mayúsculo, pues a todas las que les enviaron el cuestionario lo habían respondido, eso sí algunas habían puesto lugares tan extraños de los que las allí presentes no tenían ni la más mínima idea de donde se encontraban, pero era igual a todas las mandarían a sus destinos preferidos o parecidos.

  Les volvieron a escribir otra vez por correo certificado, indicándoles, que habían ganado el sorteo y que se personaran en los aeropuertos y puertos más cercanos a una hora señalada y ya pasaría alguien a recogerlas para llevarlas a los destinos señalados.

  Toda esta operación de gran envergadura, se desarrolló con tal rapidez y diligencia, que a los pocos días ya estaban las trece millones y medio de pestañolas que quedaban en Pestaña en sus destinos elegidos, sin contar claro está a Ladelpedal y sus correligionarias, que como buenas patriotas decidieron quedarse en Pestaña.

  Otra operación que habían realizado con total éxito y sin ninguna baja. Ahora sólo les quedaba mover la última ficha y esperar tener los resultados previstos. De ese último movimiento, dependía el futuro de la humanidad tal y como la conocemos hoy en día.

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