jueves, 29 de septiembre de 2016

Caperucita nunca será devorada (LXXI)

   Prácticamente ya sólo les quedaba comunicarse con sus colegas de proyecto por última vez, hasta iniciada la última y decisiva fase del confinamiento de todos los hombres de la humanidad, los “elegidos” en Calma Yorka y el resto en Pestaña.

   A sus colegas les pidieron que las mantuvieran plenamente informadas de la  salida de hombres de sus respectivos países hacia Pestaña, también les contaron el procedimiento que habían pensado para el traslado de tan ingente masa humana, para que estuviera todo dispuesto y no fallara nada.

  Cada una en sus respectivos países disponía de medios aéreos y marítimos, fundamentalmente aviones y barcos, suficientes para realizar el traslado, ya que en esos días todos los medios de transporte se utilizarían única y exclusivamente para el movimiento de hombres hacia Pestaña. Los países que pudieran utilizar medios alternativos terrestres también los usarían, pero estos serían los menos y sólo para los países con dicha comunicación con Pestaña.

   Para los aviones el método a seguir era el siguiente, sólo irían pilotados por hombres y tendrían sólo el combustible justo para llegar a Pestaña, si tenían alguna duda de cuánto combustible sería ese, que preguntaran a una aerolínea muy famosa por aquellos tiempos que era experta en esos temas, se llamaba Pyaner, o algo similar, esta compañía les aconsejaría bien de cómo llenar el depósito del avión para que no sobrara ni una gota de combustible.

  Como habían construido una inmensa pista de aterrizaje de más de mil kilómetros de largo, había espacio suficiente para el aterrizaje de todos los aviones. Los aviones, una vez en tierra, se irían aparcando al final de la pista y así irían dejando hueco libre para el resto. Dichos aviones ya no se volverían a utilizar nunca más. No se permitiría ningún tipo de equipaje, así podrían ir más llenos de gente. Este medio de trasporte al ser el más rápido sería el último en utilizarse.

   El primer medio de transporte que emplearían para llevar a los hombres a su destino final, serían los barcos, todo tipo de barcos, en algunos, si se aprovecha bien el espacio, caben cientos de miles de personas. Estos, irán todos capitaneados por mujeres, ya que una vez desembarcada su carga se volverían a sus destinos o a donde quisieran, pero que no dejaran los barcos por allí abandonados porque ensuciarían mucho el mar.

  El desembarco de todos los pasajeros se realizaría en los puntos previstos, en las aperturas previstas que habrían dejado los constructores del gran circuito de carreras. Las tripulantes de los barcos, deberían asegurarse de que una vez desembarcado todo el mundo, esos puntos se cerrasen con su muro correspondiente, de 127 metros de altura, para que de allí no pudiera salir absolutamente nadie.

  Las del otro lado de la línea tomaron buena nota de todo para que nada se les escapara. Y también las desearon muchísima suerte y tino en su misión, no hacía falta decirlas que las apoyaban y que estarían con ellas hasta el final.

    -Ánimos y a por ellos que los tenemos ya en Pestaña-. Se despidieron hasta la próxima conexión que sería ya con su gran proyecto en periodo de ejecución.

  Ya habían hablado con todos los que tenían que hablar, y ahora estaban ellas solas ante el peligro, bueno, lo de solas ante el peligro es un auténtico eufemismo, porque ellas realmente no estaban de momento ante ningún peligro, las que sí que estaban en peligro era el resto de las mujeres si fracasaban. Si los hombres llegasen a sospechar lo que se les estaba preparando, no se sabría cuál sería su reacción, desde luego buena seguro que no era. Ahora bien, si los hombres seguían sin enterarse de nada y acudían todos a la llamada de Pestaña, los que verdaderamente estarían en peligro serían ellos mismos, eso sí, solos no estarían en absoluto.

  Pero bueno, vamos a dejarlas a ellas que se sientan solas ante el peligro y, eso sí, ante el mayor reto de sus vidas al que deberán enfrentarse.

martes, 27 de septiembre de 2016

Caperucita nunca será devorada (LXX)

    Las Ocho estaban muy nerviosas ese día, a pesar de estar acostumbradas todas ellas a tomar grandes e importantes decisiones, ninguna se podía comparar a la que estaban a punto de ejecutar.

  Ese día recibieron la última visita de los espías de Shi, estos les comunicaron que en Pestaña, estaban dando las últimos retoques al gran circuito y a la inmensa pista de aterrizaje y que en breve estarían terminadas, al igual que la extensa parcela del juego. Esta vez los espías se quedaron un poco más de tiempo que en veces anteriores, ya que sería la última vez que se vieran en parecidas circunstancias.

    Los espías no podían tardar mucho tiempo en volver a Pestaña, pues eran los únicos ojos fiables de los que disponían para certificar la llegada de todos los hombres del mundo allí, sin contar los que ya se encontraban recluidos en Calma Yorka. Una vez confirmado que todos estuvieran ya allí confinados, las puertas de Pestaña se cerrarían para siempre y de allí nunca entraría ni saldría nadie más.

    A todas les daba mucha pena despedirse de ellos, porque una vez de vuelta en Pestaña, ya nunca más podrían volver a salir y ya nunca más volverían a saber de ellos. Las ocho y los ocho estaban con lágrimas en los ojos, hasta que a Cuin se le ocurrió una brillante idea.

    Ella recordó que tenía una piedra bien grande en uno de los extremos de Pestaña y desde allí se podía observar perfectamente todo lo que ocurría dentro del país. Los espías podrían vigilar desde lo más alto de la piedra y una vez cumplida su misión, mandarían un helicóptero para rescatarlos y llevarlos hasta Calma Yorka, de donde evidentemente tampoco podrían salir, pero en donde estarían infinitamente más cómodos, y de vez en cuando tendrían ocasión de volver a reunirse con ellas en las islas próximas habilitadas para tal uso.

    Las lágrimas se convirtieron en sonrisas, todos se fundieron en un abrazo y se despidieron deseándose suerte mutua hasta la próxima vez que se vieran, si es que había una próxima vez.

    Los espías, a pesar de ser hombres, estaban totalmente de acuerdo con el método que ellas iban a utilizar para revertir la situación actual. Ellos también eran conscientes de que las cosas no podían seguir como hasta ahora, y aunque ellos serían los segundos más perjudicados, los primeros y principales perjudicados eran evidentemente los que se quedarían en Pestaña, las apoyarían hasta el final.

    También se puso en contacto con ellas el Gerente del Hotel Hiz Sol y Playa, las comunicó que ya habían llegado a Calma Yorka doscientos cincuenta millones de hombres, preguntó si faltaban más, porque realmente ya estaban muy apretados por allí. Le dijeron que no, que ya habían llegado todos los que tenían que llegar. Al despedirse de él le dieron las gracias por todo lo que había hecho por ellas, pues sin su colaboración hubiera sido imposible alojar a toda ese gente allí, también le dijeron que de momento ya no necesitarían más sus servicios, hasta que pasado un cierto tiempo, y si todo salía como esperaban, hicieran uso de las islas que habían quedado vacías, y que por favor, hiciera extensivos también los agradecimientos al expropietario y a Eldelfiel.

    El Gerente, a su vez, también se mostró agradecido por la confianza puesta en él, deseándolas toda la suerte del mundo en cualquiera que fuere el proyecto en el que estaban inmersas, también las mandó saludos y todo el apoyo por parte del expropietario y de Eldelfiel.

jueves, 22 de septiembre de 2016

Caperucita nunca será devorada (LXIX)

Playa del Hotel Hiz Sol y Playa antes del realojo
  Les quedaba todavía por hablar con el Gerente del Hotel Hiz Sol y Playa, para ver qué tal se iban desarrollando los acontecimientos en Calma Yorka. El Gerente les comunicó que ya habían llegado bastantes visitantes. Al principio todos se mostraron encantados, pues pensaron que habían llegado al paraíso, pero conforme fueron llegando más y más hombres y la cosa se fue apretando un poco, ya no se mostraban tan entusiasmados, aún así, todo se desarrollaba con normalidad y todos se iban adaptando a su nueva situación.

  Preguntaron al Gerente que cuántos hombres calculaba que habían llegado ya, este respondió que calculaba que unos ciento veinte millones, preguntándolas al mismo tiempo, si quedaban muchos más por venir, porque ya casi no cabían. Le respondieron que todavía quedaban unos pocos, pero que no se quejara mucho porque podrían estar bastante peor de lo que iban a estar allí, que se apretaran un poquito más, que no pasaba nada, que allí cada hombre dispondría como mínimo de un espacio aproximado de casi 30 metros cuadros y en Pestaña dispondrían de bastantes menos. Se despidieron hasta la próxima comunicación, que sería cuando ya estuvieran todos los elegidos allí concentrados.

  Sin perder ni un minuto de su tiempo se dispusieron a revisar todos los sobres reenviados de las participantes del sorteo. Su asombro fue mayúsculo, pues a todas las que les enviaron el cuestionario lo habían respondido, eso sí algunas habían puesto lugares tan extraños de los que las allí presentes no tenían ni la más mínima idea de donde se encontraban, pero era igual a todas las mandarían a sus destinos preferidos o parecidos.

  Les volvieron a escribir otra vez por correo certificado, indicándoles, que habían ganado el sorteo y que se personaran en los aeropuertos y puertos más cercanos a una hora señalada y ya pasaría alguien a recogerlas para llevarlas a los destinos señalados.

  Toda esta operación de gran envergadura, se desarrolló con tal rapidez y diligencia, que a los pocos días ya estaban las trece millones y medio de pestañolas que quedaban en Pestaña en sus destinos elegidos, sin contar claro está a Ladelpedal y sus correligionarias, que como buenas patriotas decidieron quedarse en Pestaña.

  Otra operación que habían realizado con total éxito y sin ninguna baja. Ahora sólo les quedaba mover la última ficha y esperar tener los resultados previstos. De ese último movimiento, dependía el futuro de la humanidad tal y como la conocemos hoy en día.

lunes, 19 de septiembre de 2016

Caperucita nunca será devorada (LXVIII)

  Cuin y compañía se sintieron un poco ingenuas por su candidez manifiesta, que sin duda era debido al tanto tiempo allí metidas, con la única visita de vez en cuando de los espías de Shi, y la falta de visión de lo que realmente estaba pasando fuera de ese mundo idílico en el que estaban ellas ahora. Ahí fuera no estaban las cosas tan tranquilas como en la Casa Rural y para ellas era muy difícil percibirlo por mucha información que tuvieran.

  Cuin, Kerkel, Shi, Tistine, Opera, Pilari, Chelie y Dandi tuvieron un momento de duda, no sabían si seguir con su proyecto e intentar terminarlo lo más rápidamente posible, o hacer un paréntesis e ir a ver ellas mismas qué era lo que realmente estaba pasando por el mundo.

  Las del otro lado del videoteléfono las animaron a seguir, ahora no era el mejor momento para darse una vuelta por ahí, ellas harían lo posible por contar lo que estaba pasando ajustándose lo más posible a la realidad. Ahora era el momento de actuar y ejecutar su plan con total determinación. Si dejaban pasar más tiempo la situación se les podía ir de las manos, la violencia que se generaría sería de tal magnitud que sería muy difícil imaginársela y la única forma de parar este nuevo escenario sería volver a la situación anterior, cosa que ninguna de ellas quería porque ya la habían vivido con anterioridad. Con lo cual, la mejor y única solución era poner en marcha lo antes posible su proyecto y encerrarles a todos ya de una maldita vez en Pestaña.

  Después de esta reflexión, a las Ocho de la Casa Rural se les disipó cualquier atisbo de duda y con energías renovadas, se aprestaron a continuar con su plan, pues se acercaba el momento cumbre para darle el último y definitivo empujón.

jueves, 15 de septiembre de 2016

Caperucita nunca será devorada (LXVII)

  Tocaba ahora Videoconferencia con sus colegas del resto de países, según la agenda del día. -Fabuloso, fantástico, está saliendo todo a la perfección-, comentaron estas.

     -Todos los hombres que hemos seleccionado para enviar a Calma Yorka, se han mostrado encantados con la idea de las vacaciones pagadas a perpetuidad, de hecho ya deben de estar llegando los primeros por allí, porque la evacuación va a un ritmo formidable-.

  Las Ocho no daban crédito a tanta buena noticia, ¿estaría pasando algo raro? Se preguntaban. Y volvieron a preguntar a sus colegas que confirmaran lo que acababan de decir. Lo cual ratificaron cada una de ellas, apuntando que en pocos días habrían sacado ya a todos los elegidos de sus respectivos países y estos además con una ilusión tremenda por marcharse.

  ¿Qué estaría pasando? De repente se veían todos felices y contentos, como si un halo de alegría les envolviera. Las Ocho allí reunidas no entendían el porqué, este no era el mundo que ellas habían conocido y por lo que estaban reunidas ahora en la Casa Rural, para tomar medidas tan drásticas al respecto y arreglar lo que para ellas estaba hecho un auténtico desastre. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Habrían modificado los hombres su comportamiento? ¿Quizá ya no fuera necesario su plan? ¿Tal vez se hubiera solucionado todo con un par de mínimas medidas? ¿O era el sexto sentido que tenemos todos, que cuando intuimos una catástrofe rectificamos e intentamos evitarla?

  Todas, al otro lado de la Casa Rural, cuando escucharon esas reflexiones se pusieron a reír a carcajadas, dijeron a las Ocho allí reunidas, que tenían que salir un poco más, que tanto tiempo allí reunidas les estaba afectando seriamente, estaban empezando a dejar de percibir la auténtica realidad de las cosas. Que siguieran a lo que estaban, para terminar pronto la ejecución del proyecto y que se dejaran de chorradas. Que se olvidaran de halos de alegría, sextos sentidos y tonterías por el estilo. 

  Que todo era debido a que los hombres estaban llegando a un grado tan grande de desesperación, aburrimiento, desgana y cientos de adjetivos más y ninguno bueno por cierto, que cualquier cosa que les propusieras mínimamente diferente y por muy absurda que fuera, la harían con total sumisión y entusiasmo. Que ahora sería el momento preciso para enviarles a todos a Pestaña, porque irían sin pensarlo dos veces, aunque también les alertaron de que estaban empezando a aparecer algunos síntomas de violencia, que de momento no eran muy significativos, pero que habría que vigilar.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Caperucita nunca será devorada (LXVI)

  A los pocos días empezaron a llegar noticias de los espías de Shi en Pestaña, también llegaron noticias de las colegas de Cuin, y compañía, con los listados de las asistentes pestañolas a los congresos y convenciones organizados por todo el mundo. Por supuesto, el Gerente del Hotel Hiz Sol y Playa también llamó para dar las pertinentes novedades de lo que por allí ocurría.

  Lo primero que hicieron, fue hacer la selección de las pestañolas a las que tenían que enviar el correo certificado, para la participación en el sorteo tan singular, preparado especialmente para la ocasión. A partir de los listados de las asistentes a los congresos y convenciones, sacaron la lista del resto. La verdad es que se llevaron una grata sorpresa, pues a los congresos y convenciones habían asistido casi la mitad de las pestañolas, muchas de ellas ni siquiera pertenecientes a empresa alguna, ni grande, ni mediana, ni pequeña, pero bueno, eso ahora no les importaba demasiado, ya les preguntarían en otro momento que había pasado. A la mayoría de ellas ni siquiera tuvieron que insistirles para que se quedaran en sus respectivos destinos, pues ellas solas ya habían decidido previamente que no regresarían a Pestaña.

  Al resto de pestañolas, descontando a Ladelpedal y afines, les enviaron los correspondientes correos certificados, para participar en el sorteo, que sería su salvoconducto para escapar de allí, y esperar respuesta para poner en marcha los medios necesarios para llevarlas a otros lugares.

  Ahora les tocaba informar a los espías de Shi venidos desde Pestaña. Estos informaron que aunque pareciera extraño, muy extraño, las obras iniciadas allí, avanzaban a muy buen ritmo y se acabarían en los plazos previstos o incluso antes. Que todos trabajaban de manera muy profesional y activa, incluso se les veía muy contentos haciendo sus labores. Las Ocho no se creyeron absolutamente nada de lo que estaban contando los espías y pensaron inmediatamente que a estos les había afectado el consumo de alcohol, más particularmente el consumo de vino, muy común en Pestaña, eso sí, del bueno, por lo que les obligaron a soplar en un pequeño aparatito con una especie de tubo en un extremo y una pantallita en el centro en la que aparecían unos números digitalizados. Lo que marcó esa pantallita, una vez habían soplado los espías, era 0,00, aún así les hicieron dar varias vueltas alrededor del jardín de la Casa Rural y beberse dos botellas de agua cada uno. Una vez hecho todo esto, les pidieron que contaran de nuevo qué es lo estaba pasando realmente en Pestaña.

  La versión de los espías fue exactamente la misma. Que todos los pestañoles y los no pestañoles allí desplazados, estaban encantados con su trabajo, es más, añadieron que era tal la concentración que en él tenían, que no se habían dado ni cuenta de que en Pestaña habían desaparecido casi la mitad de las mujeres que allí habitaban.

  Pues muy bien, pensaron ellas, está saliendo todo de manera perfecta, esperemos que siga así. Acto seguido mandaron a los espías de Shi de vuelta a Pestaña para que siguieran vigilando, y a pesar de que el aparatito marcó 0,00 les advirtieron, de que cuidadín con el vino.

  Podría parecer un poco raro, pero los espías de Shi, que daba la casualidad que también eran ocho los que siempre venían a informar, luego se quedaban un par de días o tres por la Casa Rural, imagino que ellas les encomendarían también otro tipo de tareas esos días, no sé muy bien.

viernes, 2 de septiembre de 2016

Caperucita nunca será devorada (LXV)

  Una vez iniciados los congresos y convenciones en que participaban las grandes, medianas y pequeñas empresas, sacarían un listado con todas las Pestañolas que habían acudido a ellos, al resto que se había quedado en Pestaña, les mandarían por correo certificado, un cuestionario que deberían rellenar para participar en un sorteo. Como sabían de la debilidad de todo ser humano en participar en un sorteo y sobre todo los de coste cero, confiaban en la respuesta masiva a su solicitud.

  El cuestionario en sí, era bien sencillo, sólo tenían que rellenar una casilla en la que elegirían un destino ideal para visitar fuera de Pestaña, sólo podían participar las mujeres. Evidentemente el sorteo no era tal, pues todas las cartas que recibieran ya estarían premiadas y a sus remitentes se les mandaría a sus destinos preferidos. Las que no respondieran se quedarían en Pestaña, no podían hacer más, porque no querían arriesgarse a mandar allí a más mujeres para intentar rescatarlas de lo que se avecinaba. Lo que si hicieron fue esmerarse en el modelo de carta certificada que mandarían, una carta que ninguna podría rechazar rellenar y reenviar, con franqueo pagado por supuesto.

  Ya tenían todos los planes menores puestos en marcha, ahora sólo tenían que esperar un poco y ver como se iban desarrollando todos estos acontecimientos, para empezar a poner en marcha su principal y decisivo proyecto.