Antes de empezar a
mover todos los hilos para la gran convocatoria, se pusieron en contacto
nuevamente con sus colegas, para saber si los informativos emitidos con la
intención de levantar un poco el ánimo de los hombres, había dado sus frutos y
habían empezado ya con la selección y traslado de los elegidos a Calma Yorka,
para disgusto de los hasta ahora felices habitantes de la isla.
Todas coincidieron en
que, a pesar de la información de todos los acontecimientos venideros en
Pestaña, que eran del total agrado de ellos, estos no habían mejorado mucho, y
a su estado anterior se había añadido el de la ansiedad para que todas estas
competiciones empezaran ya de una puñetera vez, y como no podían ni querían
demorarse más, todas habían tomado ya la decisión de quiénes serían los
elegidos, independientemente del estado de ánimo que tuvieran en ese momento.
Las ocho de la Casa
Rural estaban expectantes por saber quiénes eran los beneficiarios de tal
decisión.
Los elegidos eran
bomberos, mineros, carpinteros y manitas varios, artistas, músicos, literatos y
creadores en general, cocineros, científicos y médicos, algún que otro amigo
más o menos imprescindible y un juez.
A las ocho de la Casa Rural les pareció una buena selección, también pensaron que seguramente faltaría algún que otro colectivo, pero evidentemente no tenían sitio para más. También se extrañaron un poco de la elección de los bomberos, tampoco creían que fuera a haber tantos incendios como para necesitarlos, pero bueno, seguro que alguna que otra buena razón tendrían para haberlos elegido. ¿Y un juez? Se preguntaron. Bueno, este, por lo visto, fue propuesto expresamente por Pistina.
Las conminaron a que empezaran con toda rapidez el traslado de los elegidos a Calma Yorka, con la excusa de vacaciones pagadas a perpetuidad, si alguno se resistía se le dejaría en tierra sin más, ya se enterarían a lo que se enfrentarían después. Que los aviones y barcos fueran todos pilotados y capitaneados por mujeres, que los hombres enseguida se van de la lengua y no querían que se enterara nadie de lo que allí se estaba tramando. Nada más dejar su carga de pasajeros, se volverían de inmediato y totalmente vacios a sus destinos de origen, pues más tarde los volverían a necesitar, pero esa vez los aviones irían pilotados por hombres.
Una vez terminada la
operación quedaron en volver a ponerse en contacto para confirmar el buen desenlace
de la misma, porque Cuin, Kerkel, Shi, Tistine, Opera, Pilari, Chelie y Dandi,
no harían nada, hasta saber que los supuestos elegidos estaban ya todos
instalados, y sin posibilidad de regreso, en Calma Yorka.
Kerkel llamó al Gerente para anunciarle, ahora sí, la
llegada de un importante número de hombres a Calma Yorka y que actuara según
los planes previstos, recordándole, que hiciera uso única y exclusivamente de
la isla principal, acomodando en ella a los futuros habitantes a perpetuidad.
Las otras islas cercanas tendrían que quedar como hasta ahora, totalmente
vacías de cualquier espécimen humano. El Gerente, visiblemente disgustado,
aseguró a Kerkel que todo se haría según sus deseos.
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