jueves, 31 de marzo de 2016

Caperucita nunca será devorada (XLIV)

  Llevaban allí ya varios días reunidas y debido a la emoción, responsabilidad e intensidad del momento histórico que estaban viviendo, el cansancio se notaba ya en sus rostros, por lo que decidieron tomarse un descanso y dedicarse unas horas a una actividad más distendida, cada una a la suya o compartiéndola, que para eso están las actividades, para hacerlas uno mismo o para compartirlas, el caso es que sean actividades y no inactividades.

  De vuelta a la mesa donde se estaba preparando el futuro de la humanidad, hicieron un pequeño repaso a todo lo que había acordado anteriormente.
Estaban de acuerdo en que el mundo tal y como lo conocían hasta ahora, se estaba deteriorando a pasos agigantados, debido principalmente a la devastadora y desafortunada acción de los hombres sobre él, y a la pasividad de ellas por permitírselo.

 También estuvieron de acuerdo en que tenían que poner remedio a todo aquello y que lo harían con total determinación, independientemente de las consecuencias que aquello conllevaría, por lo que determinaron que la mejor y única solución, aunque fuera un poco cruel, radical, drástica y cuantos adjetivos más quieran añadir, era recluirlos a todos, no, a todos no, pero sí a la mayor parte de ellos, en un lugar, cuyo nombre recuerdo perfectamente, llamado Pestaña, y allí los dejarían hasta…, bueno, realmente hasta ahí no hemos llegado aún. No sabían muy bien todavía si los dejarían allí para siempre o no, en principio yo creo que sí, que los dejarán allí sin poder salir nunca más, pero...Ellas deciden.

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