lunes, 21 de marzo de 2016

Caperucita nunca será devorada (XLII)

  No es nada fácil mover a tres mil cuatrocientos cincuenta millones de hombres desde todos los lugares del mundo a uno solo punto. Tarea delicada a la que se enfrentaban ahora. Además tenían que sacar a todas las Pestañolas de Pestaña, sin levantar la mínima sospecha. Esta misión se la encargarían a Colores Ladelpedal, que todavía seguía dando vueltas a su cadena con bolitas, a una mayor rapidez si cabe, y continuando con sus murmullos. Cuando por fin lograron atraer su atención le dijeron cual sería su papel en esta historia.

  Colores Ladelpedal tenía que coordinar la salida de todas las mujeres de Pestaña y que no se escapara ningún Pestañol de allí, el inconveniente para ella es que seguramente se tendría que sacrificar y quedarse allí junto a todos los hombres del mundo. Colores que era tremendamente patriota, lo aceptó estoicamente, añadió que seguramente muchas correligionarias suyas, muy patriotas también, se quedarían con ella para mitigar ese gran sacrificio que harían por la humanidad.

  Como no se fiaban mucho de Ladelpedal, Kerkel y Shi supervisarían las operaciones.

  Antes de ponerse a pensar en la mejor manera de llevarles a todos a Pestaña, se empezaron a oír ligeros murmullos, entre la mayoría de las presentes, como de desaprobación.

 -¿Qué ocurre ahora?-, inquirió Shi con autoridad. Una parte de las allí reunidas preguntó si  cuándo se hablaba de trasladar a todos los hombres a Pestaña, se estaban refiriendo a todos, pero a todos, todos.

  -Sí a todos, sin excepción, sin dejar a ninguno por ahí pululando-, contestó Shi.

  La mayoría de ellas no estaba completamente de acuerdo con tal decisión y querían abrir un debate al respecto, para ver si existía la posibilidad de poder salvar a unos cuantos.

  Había dos bandos bien diferenciados, por un lado estaban las que querían encerrar a todos sin dejar a ni uno fuera de Pestaña, que eran las menos, pero quizá las más poderosas. Dentro de este bando se encontraban Cuin, Shi y Pilari, esta última principalmente por sus experiencias personales, Cuin y Shi por convicción.

  Pero la mayoría era partidaria de salvar a algunos. Kerkel no tenía muy clara su posición pero era casi más partidaria de estas que de las anteriores.

 Después de largas, tensas y duras negociaones, llegaron a un acuerdo a propuesta principalmente de Kerkel.

  Decidieron que salvarían a algunos, pero que de ninguna manera les iban a dejar sueltos por ahí campando a sus anchas, sino que les reunirían en otro lugar diferente a Pestaña y en otro tipo de condiciones.

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