lunes, 7 de marzo de 2016

Caperucita nunca será devorada (XL)

  A pesar de que la idea les pareció brillante a todas, no lo veían del todo claro. Lo primero que no les gustaba mucho fue que compartieran país hombres y mujeres, por mucho espacio que hubiera. Lo segundo, era el gran desplazamiento que tendrían que hacer para llevar hasta aquel lejano país a todos los hombres del mundo, con el incremento de costes añadido, además, no se podría llegar del tirón, habría que hacer escalas y eso también sería un inconveniente. Existía también otro problema, que era, que al ser un país tan extenso que casi es un continente, sería después muy difícil de vigilar para que nadie se escapara. Analizados todos estos elementos, todas llegaron a la conclusión que la idea era buena, pero el lugar no tanto.

  Pensaron, para empezar, que tendrían que buscar un sitio más cercano y que no fuera ni muy grande ni excesivamente pequeño, a ser posible que estuviera rodeado de agua por todas partes menos por una y que estuviera más o menos centrado dentro del globo terrestre. En ese momento Cuin y Shi se miraron fijamente como si estuvieran pensando lo mismo.

  Efectivamente estaban pensando lo mismo y en lo mismo, las dos se dedicaron una mirada de complicidad. Ellas ya tenían el lugar perfecto para su propósito, habían estado allí hace poco.

  -Nosotras-, dijeron casi al unísono Cuin y Shi, -hemos estado hace poco en un país que puede perfectamente cumplir todos los requisitos que estamos buscando, está muy bien ubicado, rodeado de agua por todos los lados menos por uno, de un tamaño y condiciones perfectas para nuestros fines-. –Pero ese lugar no lo compone sólo un país sino dos-, dijo Shi, pero enseguida la interrumpió Cuin, -bueno, casi tres, porque también yo tengo allí una piedra bien alta-.

  Todas se preguntaron qué lugar sería ese, aunque la mayoría ya tenía una ligera idea, debido a sus grandes conocimientos de geografía y sobre todo, a su afición por viajar y descubrir costumbres y lugares nuevos, en claro contraste con el inmovilismo endémico de los hombres actuales.

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