Sólo había pasado un
día desde que llegaron a la Casa Rural y ya habían avanzado bastante, ellas
cuando quieren hacer algo generalmente lo consiguen, no como los hombres, que
antes de pensar en hacer algo primero piensan en la excusa para no hacerlo.
Todas estaban felices y
expectantes ante el futuro que se les aparecía. Se las veía radiantes, paseando
y charlando entre ellas, nerviosas por saber cuál sería el siguiente paso y
cuándo culminarían su obra, y sobre todo, si tendría éxito. Bueno, la verdad es
que ninguna pensó que podrían fracasar y ese fracaso que consecuencias tendría
para ellas. Ni querían, ni debían dejar por ahí sueltos a unos cuantos de
ellos.
Antes de empezar la
siguiente reunión, los espías de Shi le comunicaron que se estaban produciendo
algunos desmanes por todo el mundo.
No lo he mencionado
anteriormente, pero Shi poseía una extensa red de espías a lo largo y ancho de
todo el mundo, a los cuales, una vez iniciado el proyecto en que estaban
metidas, les ordenó que le informaran inmediatamente del mínimo cambio que
notaran en sus respectivos lugares de espionaje. De todos estos espías, un
número determinado de ellos, tendrá también un papel concreto e importante en
esta historia.
Debido al cierre de las
dos principales cajas que mueven el desarrollo de la humanidad, la del dinero y
la de la televisión, y a la inexistencia de cualquier tipo de comunicación, que
no fuera el teléfono fijo de toda la vida, los hombres se mostraban altamente
inquietos, no sabían qué hacer ni a donde ir, viéndoseles realmente despistados
ante la nueva situación que tenían que afrontar. La producción de las empresas por
fortuna prácticamente no había variado, ya que aunque ellos sólo hacían que
deambular por las oficinas, ellas seguían estando activas y sacando el trabajo
que no hacían ellos, con lo cual, las empresas no tenían la más mínima merma.
Los que sí lo notaban
eran los clubs como el Club Totario Ese, los bares cercanos y los chiringuitos.
Al tener Tistine su caja cerrada para ellos, no podían acudir a dichos establecimientos,
ya que tendrían que pagar las consumiciones de su propio bolsillo, sin poderlo
anotar a la empresa correspondiente, y a eso no estaban dispuestos. Bueno, los
primeros días si estuvieron dispuestos, porque decidieron que pagarían entre
todos, pero enseguida vieron que eso no funcionaba. Cuando llegaba la hora de
pagar, a uno se le había olvidado la cartera, otro tenía necesidad urgente de
ir al baño, a otro le pillaba encendiéndose un cigarrillo en la calle y luego
se olvidaba volver a entrar al bar, también estaba el listo que siempre iba con
el mismo billete de tres mil y como nadie tenía cambio, se lo volvía a guardar.
Debido a todas estás argucias al final siempre pagaban los mismos, por lo que decidieron
dejar de verse y cada uno por su lado, con el consiguiente cabreo de los que
pagaban y de los que ya no tenían a nadie que pagase, consecuencia, todos cabreados.
Ellos, acostumbrados a arreglar el mundo en dichos
lugares, mientras pagara otro, eran incapaces de resolver el mínimo
inconveniente creado por ellos mismos.
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