martes, 23 de febrero de 2016

Caperucita nunca será devorada (XXXVI)

  Shi empezó diciendo que si por ella fuera los eliminaría directamente sin ningún tipo de miramiento y luego ya pensarían que hacer con los cadáveres. Todas se quedaron petrificadas, incluidas Cuin y Kerkel. Todas sabían del poder y la autoridad de Shi y si se lo proponía lo haría. Menos mal que Shi se dio cuenta enseguida, al mirar las expresiones del resto de sus compañeras, de que su propuesta había ido demasiado lejos, que su solución era demasiado radical, violenta y poco higiénica. Con lo cual Shi la desestimó y el resto respiraron aliviadas.

  Lonia Dandi, proveniente de un país que era experto en todo tipo de brebajes de todo tipo de plantas, propuso hacerles una infusión que les dejara adormecidos para el resto de sus días. Como los hombres generalmente no son muy dados a infusiones, propuso inyectar dichos brebajes, en una especie de pastillitas azules, muy populares por esos días y de las cuales ellos eran ávidos consumidores, ya que según aseguraba el prospecto incorporado, incrementaba sobremanera sus poderes varoniles, asegurándose de esta manera que todos ellos sufrieran el efecto adormecedor deseado.

Recordamos nuevamente el lugar donde se estaba urdiendo todo el plan
  Esta propuesta también fue rápidamente desestimada, ya que si bien los hombres al estar adormecidos no molestarían mucho, sí que estorbarían bastante.

  Realmente estaban un poco atascadas en este delicado punto, pues ninguna de ellas sabía muy bien cómo resolver el problema. Qué hacer con tantos hombres no tenía una solución fácil, aunque Cuin y Kerkel ya tenían una ligera idea.

  Shi, que no estaba muy convencida de haber retirado su propuesta anterior, y al ver que nadie hablaba, volvió a la carga. Seguía pensando que lo mejor era terminar con ellos de una vez por todas, aniquilarles y sin perder demasiado tiempo, que ella quería ponerse a disfrutar lo antes posible del mundo que se les quedaría. Esta vez todas, armándose de valor, la dijeron que no, que esa no era una buena solución, principalmente por cruel y también por el trabajo que les quedaría después limpiando las calles. Que se olvidara ya de eso. Shi no lo tenía del todo claro, pero al final lo aceptó y prometió que no lo propondría más, vana promesa.

  Entonces habló Pilari Linton, muy callada hasta entonces y dijo, -Bueno, mis antecesores, los hombres que crearon el que ahora es mi país, cuando llegaron a él se encontraron con que ya estaba habitado, ellos en vez de buscarse otro país que estuviese vacio, decidieron quedarse allí, capturaron a los primeros habitantes ya instalados y los reubicaron a todos en unos espacios muy reducidos habilitados para tal uso. Así eran ellos-, terminó Linton un poco compungida por la actuación de sus compatriotas.

  En ese momento todas fijaron la vista en Linton y al segundo, empezaron a mirarse entre ellas, se les comenzó a iluminar la cara, al principio sólo un pequeño haz de luz relucía en sus rostros, más tarde ya estaban completamente resplandecientes. Ya lo tenían. Por fin habían encontrado la solución. Sabían que iban a hacer con ellos.

  Los iban a recluir. Iban a confinar a los más de tres mil cuatrocientos cincuenta millones de hombres en un solo lugar, o tal vez en varios. Pero en dónde y cómo, es lo que les faltaba por encontrar, porque el cuándo ya lo sabían, lo antes posible.

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