viernes, 5 de febrero de 2016

Caperucita nunca será devorada (XXXI)

  Por un lado está la prensa, cada vez más debilitada pero no por ello menos importante, además ahora había encontrado un aliado en un nuevo medio de comunicación, que ha surgido con una fuerza imparable, y que está alcanzando unas cuotas de poder inmensas.

  La prensa en papel está dejando su lugar a este nuevo tipo de prensa, que al igual que la televisión se puede ver a través de una pantalla, eso sí, esta mucho más pequeña, bueno, en algunos casos no tan mucho más pequeña y de aspecto enrejado, como una tela de araña que te atrapa y de la que ya no puedes salir. Esa pantalla, más pequeña generalmente, y sus diferentes componentes, también sería imprescindible controlar o eliminar para los intereses de Cuin y sus compañeras.

  Por último están los conocidos ifones y similares, y su infinidad de diferentes aplicaciones y usos, que han ido evolucionando desde la verdadera finalidad para la que fueron creados, es decir, para comunicarse mediante la voz estés donde estés, siempre y cuando estés cerca de donde tienes que estar, si no es imposible comunicarse, salvo para pedir auxilio y socorro. Estos aparatitos, tan pequeños y tan jodidamente poderosos y necesarios, y que desgraciadamente han sustituido la voz por letra mal escrita, también tenían que ser controlados.

-¿Y la radio, qué hacemos con la radio?- preguntó Cuin.


  
  Opera, con una media sonrisa, le contestó, con todo su respeto y admiración hacia Cuin y hacia ese medio de comunicación tan amado y necesario antaño, que se olvidara por el momento de la radio, que por desgracia, había pasado a ser un actor secundario, tan secundario, que ya ni siquiera aparecía en los títulos de crédito.

  Tenían que concentrar toda su atención en dominar los medios señalados anteriormente. Si los dominaban tendrían a todos los hombres rendidos a su antojo, más rendidos incluso que en la actualidad.

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