Debido a una ley que se
inventó un señor con bigote, que pasó un cierto tiempo haciendo como si
dirigiera Pestaña, determinados edificios con una cruz en lo alto, también estaban
exentos de pagar al fisco, además lo que decían los habitantes de estos
edificios con una cruz en lo alto, que vestían amplias sotanas, capa y capirote,
que les hacía parecer, entre ridículos y temibles, era dogma de fe, o así lo llamaban, con lo
cual casi ninguno de los habitantes de aquel lugar se atrevía a llevarles la
contraria.
Estos hombres, porque
todos eran hombres, que al igual que el Club Totario Ese, no admitían a mujeres
en sus órganos dirigentes, se dedicaban por lo menos una vez por semana,
intentando no coincidir mucho con los del pantalón corto, camiseta de rayas y
medias hasta las rodillas, a soltar unos interminables discursos llenos de
bonitas palabras y encomiables e increíbles actos, que por cierto no se
parecían en nada a lo que ellos mismos practicaban. Estos discursos siempre
acababan de la misma manera y con la misma palabra, amén, que al oírla, sus
fieles seguidores al unísono volvían a pronunciar.
Los de la sotana se
permitían el lujo de opinar de todos los temas habidos y por haber, sin tener
absolutamente ni pajolera idea de la mayaría de ellos, pero les daba igual,
ellos opinaban, además como sentaban dogma de fe, nadie rechistaba. Estos eran
legión, pero había muchas más legiones en este curioso país.
Otros que eran legión eran los presuntos dirigentes
que manejaban Pestaña. Estos podríamos decir que eran los peores, qué malos que
eran, tan malos, que con sólo oír sus nombres, la gente se ponía nerviosísima y
cada vez que hablaban causaban una profunda irritación a la población, así que
mejor no seguir diciendo nada más de ellos, no sea que nos contagiemos.
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