Se levantó Cuin, se
levantó Kerkel y se levantó Shi, esa fue la última vez que los hombres allí
presentes las volvieron a ver.
Los hombres allí
reunidos no dieron mucha importancia a las palabras de Cuin, -Bah, mujeres-,
pensaron. Se levantaron y se fueron a sus respectivos clubs a intentar seguir
arreglando el mundo. Al llegar a ellos se encontraron con un curioso cartel en
la puerta: “Se ruega abonen las consumiciones antes de ser servidas”. El hecho
de que Tistine La Del Garde hubiera guardado la llave de los dineros en la
parte más intima de su cuerpo y todavía tuviera su caja herméticamente cerrada,
empezaba a sentirse.
Como no podían estar en
sus Clubs, y sin saber qué hacer, se dirigieron a sus respectivas casas,
dispuestos a ver el partido de la tarde o a devorar cualquier otro evento
deportivo que transmitieran en la otra caja, la caja de Opera, que a diferencia
de la de Tistine, era más grande, más plana, más llena de color, con mando a
distancia y con un sonido 5.1 espectacular.
Pero también Opera
mantenía de momento su caja cerrada, bueno, para ser exactos, la mantenía
parcialmente cerrada, ya que sólo emitía un programa que se llamaba “Los
Documentales de la Dos” o algo parecido, con lo cual la desesperación y desgana
del género masculino era ya casi total, prácticamente sólo se dedicaban a
deambular por las calles sin rumbo, sin sentido y sin saber qué hacer. Ellas seguían monísimas, dedicadas a sus
cosas, cuidando de los suyos, cuidando de su cuerpo y de su mente y dándose
algún que otro capricho.
Estos hechos no sólo ocurría en los dominios de Cuin,
sino que en el mundo entero pasaba exactamente lo mismo. Los efectos del cierre
de las dos cajas más importantes hasta entonces, empezaban a tener sus frutos y sus consecuencias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario