Ahora ya sí podían
relajarse un poco, comieron y bebieron algo y se aprestaron a concretar los
flecos que les faltaban para la reunión del próximo día 16, donde se decidiría cómo,
cuándo y dónde realizar todo lo que tenían pensado.
La reunión tendría
lugar en la casa rural que ahora poseían y aunque habían pasado poco tiempo en
ella, le habían cogido especial cariño, debido a lo que allí habían vivido,
especialmente Cuin y Kerkel, ya que Shi vino más tarde y además no era nada
sentimental.
Decidieron que a partir
del día 16, independientemente de lo que se decidiera en esa reunión, ellas
tres liderarían el proyecto y se dedicarían en cuerpo y alma hasta haberlo
llevado a cabo, por lo que tendrían que buscar alguna excusa para dejar de
desarrollar sus actuales obligaciones.
Cuin lo tuvo claro,
abdicaría de su cargo y se lo cedería a su hijo Píncipe, el cual además
mostraría una gran felicidad, ya que lo estaba deseando hacía más de 100 años.
Cuin tampoco dejaría de tener poder, ya que para una mujer como ella, igual que
para el resto de las tres mil quinientos millones de mujeres habitantes de este mundo, manejar a un
hombre no le sería nada complicado. Él se creería que mandaba mientras era ella
la que realmente lo hacía, perfecto para sus propósitos. Cuin tendría todo el
tiempo del mundo para desarrollar sus planes sin que nadie sospechara, además
así el pobre Píncipe tendría una alegría antes de darse cuenta del futuro que le
esperaba.
Kerkel decidió que,
debido a lo que iba a acontecer y a pesar de todo, le gustaría tener un
recuerdo de su marido, por lo que se quedaría embarazada, fingiría tener un mal
embarazo, lo que le impediría asistir constantemente a actos oficiales y
simularía trabajar desde casa.
Huy Shi no tenía ningún
problema, ella decidía siempre donde quería estar y que hacer, con lo cual lo
tenía todo solucionado, no tenía por qué inventarse nada, ni dar explicaciones
a nadie.
También tenían que pensar en algún acontecimiento que
pudiera reunirlas a todas sin levantar el más mínimo recelo. Creyeron que lo
mejor sería organizar un desfile de moda y joyas privado, así nadie se
sorprendería de ver a tantas mujeres juntas en un acto de esas características,
además contaban con la colaboración de Opera, que sabría perfectamente camuflar
y vender el evento como tal.
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