martes, 8 de diciembre de 2015

Caperucita nunca será devorada (XXI)

  Ahora ya sí podían relajarse un poco, comieron y bebieron algo y se aprestaron a concretar los flecos que les faltaban para la reunión del próximo día 16, donde se decidiría cómo, cuándo y dónde realizar todo lo que tenían pensado.

  La reunión tendría lugar en la casa rural que ahora poseían y aunque habían pasado poco tiempo en ella, le habían cogido especial cariño, debido a lo que allí habían vivido, especialmente Cuin y Kerkel, ya que Shi vino más tarde y además no era nada sentimental.

 Decidieron que a partir del día 16, independientemente de lo que se decidiera en esa reunión, ellas tres liderarían el proyecto y se dedicarían en cuerpo y alma hasta haberlo llevado a cabo, por lo que tendrían que buscar alguna excusa para dejar de desarrollar sus actuales obligaciones.

  Cuin lo tuvo claro, abdicaría de su cargo y se lo cedería a su hijo Píncipe, el cual además mostraría una gran felicidad, ya que lo estaba deseando hacía más de 100 años. Cuin tampoco dejaría de tener poder, ya que para una mujer como ella, igual que para el resto de las tres mil quinientos millones de mujeres habitantes de este mundo, manejar a un hombre no le sería nada complicado. Él se creería que mandaba mientras era ella la que realmente lo hacía, perfecto para sus propósitos. Cuin tendría todo el tiempo del mundo para desarrollar sus planes sin que nadie sospechara, además así el pobre Píncipe tendría una alegría antes de darse cuenta del futuro que le esperaba.

  Kerkel decidió que, debido a lo que iba a acontecer y a pesar de todo, le gustaría tener un recuerdo de su marido, por lo que se quedaría embarazada, fingiría tener un mal embarazo, lo que le impediría asistir constantemente a actos oficiales y simularía trabajar desde casa.

  Huy Shi no tenía ningún problema, ella decidía siempre donde quería estar y que hacer, con lo cual lo tenía todo solucionado, no tenía por qué inventarse nada, ni dar explicaciones a nadie.

  También tenían que pensar en algún acontecimiento que pudiera reunirlas a todas sin levantar el más mínimo recelo. Creyeron que lo mejor sería organizar un desfile de moda y joyas privado, así nadie se sorprendería de ver a tantas mujeres juntas en un acto de esas características, además contaban con la colaboración de Opera, que sabría perfectamente camuflar y vender el evento como tal.

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