jueves, 26 de noviembre de 2015

Caperucita nunca será devorada (XIX)

  Cuin, Kerkel y Huy Shi se disponían a tomar un descanso, ya habían contactado con todas las asistentes a la reunión, y todas sin excepción habían confirmado su presencia, pero sentían que les faltaba alguien más.

  -Claro-. Exclamó Kerkel, que siempre estaba muy pendiente de esos temas, -nos falta llamar a Tistine La del Garde, que es la que tiene las llaves de donde guardamos el dinero-. –Es cierto-, dijeron al unísono Cuin y Huy Shi.- cómo se nos ha podido pasar-. Y rápidamente la llamaron.

  Tistine La del Garde, poderosa dama ella que por si misma no poseía nada, salvo una importantísima llave que abría la más importante de todas las cajas. Ella era la cajera mundial, si alguien necesitaba dinero se lo tenía que pedir a ella. Si no quería abrir la caja, no había dinero para nadie ni para nada, así de importante era ella. Quizá la más importante

  Cuando le comunicaron los planes que tenían pensados, cogió la caja entre sus brazos, se guardó la llave en el lugar más íntimo de su cuerpo y ya no volvió a abrir la caja hasta pasado el día de 16, con los trastornos que eso generó al mundo entero.

  Pero para que el plan de las tres tuviera pleno éxito necesitaban una cosa más, algo que ellas tres no estaban muy acostumbradas a utilizar, pero sí a servirse de él. Algo que hace parecer bueno lo malo, negro lo blanco, lo absurdo importantísimo, lo banal de extrema necesidad. Algo que hace moverse a miles de millones de personas, algo que hace permanecer inmóviles a miles de millones de personas. Algo que puede crear un único pensamiento. Sí, eso era justo lo único que ya les faltaba conseguir para llevar a cabo con éxito y hasta sus últimas consecuencias, su malévolo y necesario proyecto.

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