lunes, 26 de octubre de 2015

Caperucita nunca será devorada (X)

  Ellos acompañaban a sus chicas a la playa, pero como no solían ponerse una gota de crema no les hacía falta subir a sus habitaciones después de desayunar, así que las esperaban en la cafetería del hotel, leyendo la prensa deportiva del día. El vestir lo tenían bastante fácil. Bañador ancho hasta la altura de las rodillas color azul oscuro, combinado con camisa de rayas azul clarito y en vez de chanclas usaban alpargatas con tela de rejilla para ir más fresquitos. En el pequeño bolsillo de la camisa metían cartera, tabaco, mechero, móvil y artículos varios, por lo que la camisa formaba una figura de lo más extraña. Esta era su vestimenta los quince días que pasaban de vacaciones. Por la noche, como solía refrescar un poquito, las alpargatas las complementaban con unos calcetines, eso sí, a diferencia de los que se encontraba Cuin en sus reuniones, estos, solían ser rojos, verdes y amarillos.

  Una vez llegados a la playa y después de despotricar de lo cargados que les hacían ir ellas y de la incomodidad de intentar unas mil veces que la camisa se quedara en su sitio correcto, encaminaban sus pasos en dirección bien distinta a las de sus compañeras, ellos, se dirigían directamente al chiringuito más cercano.
  En el chiringuito más cercano, el camarero de turno nada más verles llegar les recibía con la más amplia de las sonrisas, pues sabía que hoy sería otro buen día para el negocio. Pedían jarras de cerveza enormes, que el camarero servía con simpatía y celeridad.

  Los camareros de este tipo de establecimientos aunque suelen ser grandes profesionales, que conocen muy bien su trabajo y siempre están pendientes de sus clientes, procurando que nunca les falte de nada y tengan una satisfacción plena de su servicio, muy a menudo tienen que soportar alguna queja que otra, justas para unos, injustas para otros, quejas por diferentes motivos, pero que siempre acaban con las mismas frases “este no sabe quién soy yo” “a mí me vas a engañar” “aquí no vuelvo más”, quejas que, por otra parte, a la siguiente jarra de cerveza ya se habían olvidado por completo.

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