jueves, 24 de septiembre de 2015

Caperucita nunca será devorada (II)

La reunión tuvo lugar el 10 de mayo, en una casa rural en lugar equidistante de sus respectivos países. Sólo asistieron ellas dos. Era la primera vez que viajaban solas y también era la primera vez que se reunían solas, sin su grupo de asesores, consejeros, intérpretes y una cantidad ingente de personas que acostumbran a encarecer bastante los viajes oficiales y a mermar las arcas del Estado.

    Ya habían dado un gran paso muy importante, habían hecho, con diferencia, con mucha diferencia, el viaje más barato de sus vidas, además estaban orgullosas y satisfechas de ello. Después de las cortesías de rigor, lo primero que acordaron era que tenían que repetirlo más a menudo.


   Al ser su primer viaje en solitario y que donde se hospedaban no era ningún hotel de lujo, sino la mencionada casa rural en un lugar apenas habitado debido al secretismo de la reunión, a ninguna de las dos se les ocurrió haber llevado algo para comer y beber, aunque  esto tenía también su lado positivo, a Kerkel no le venía nada mal estar un par de días sin probar bocado y además, así se concentraban únicamente en el propósito que las había llevado hasta allí.


Liz Cuin, a pesar de tener 160 años, lleva en el poder más 300 años, es la persona más VIP en más de 60 países, repartidos por todo el globo terráqueo, es dueña incluso de mares y planetas, ha sobrevivido a un par de grandes guerras, tiene un marido que no se sabe muy bien que hace, si es que verdaderamente hace algo, aparte de vestir correctamente según los cánones supuestos de la corrección, siempre traje y corbata, y ser miembro de los clubs más importantes de su ciudad. También aparenta tener el control, saber y opinar sobre todos los  temas, aunque la que realmente domina, manda y sabe es ella, que por cierto, además también le mantiene y en privado siempre reconoce, que el hombre es realmente un inútil. Siempre está rodeada de mucho fasto y, aunque no la disgusta, hubiera preferido llevar una vida más discreta y sin tanta responsabilidad, responsabilidad, por otra parte, que siempre ha asumido con gran carácter y determinación, carácter y determinación que no le iban a faltar en su decisión final, hasta sus últimas consecuencias. Liz Cuin es mujer y madre, sobre todo mujer, digo esto porque es de vital importancia para los acontecimientos venideros.

Geli Kerkel es 50 años más joven que Cuin y no lleva tantos años en el poder, pero en los pocos que lleva ha alcanzado gran relevancia. En todos los países de su entorno los más importantes dirigentes se inclinan a su paso, y no precisamente porque su paso sea grácil. A su voz, todos firmes. No ha estado rodeada de tanto boato como su colega Cuin y siempre ha sido más rebelde y liberal que ella, pero también ha sabido asumir su responsabilidad con gran rigor y, en estos momentos tan decisivos, no haría una excepción. Geli Kerkel es mujer, nunca me dijo si también es madre, o no recuerdo que me lo dijera, pero seguramente más adelante lo descubriremos.

Sentadas frente a frente, Cuin empezó a relatar a Kerkel todas las sensaciones que había tenido hasta entonces y que culminaron esa mañana del día 12, en que definitivamente pensó y decidió que el mundo debía cambiar.
     
     Kerkel  se preparó para escucharla sin tener muy claro a dónde quería llegar Cuin, pues en la conversación que tuvieron por teléfono tampoco le había dado muchos detalles. Pensó en hacer alguna pregunta previa, pero prefirió dejar que Cuin contara su historia, ya habría tiempo de intervenir y seguramente no tardaría mucho en desvelar el propósito final de la reunión, además, había encontrado una bolsa de caramelos en su bolso y estaba muy entretenida con su pequeño tesoro, preparándose para disfrutarlos lentamente, sabiendo que era lo único que tendría para llevarse a la boca en unas cuantas horas.

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