La primera parada que hicimos fue en San Sebastián, ahí
empecé a notar que algo no estaba bien, una sensación extraña me hacía percibir
que no todo estaba en su lugar, además, a mi sombra la veía más alargada de lo
normal, como alejándose de mí y acercándose a Moira, mientras a mí me separaba
de ella.
La noche que dormimos en San Sebastián fue la última que
pasamos juntos y ocurrió algo, que tiempo después pude entender. Mientras hacíamos
el amor, ella encima, con una mano rodeando mi cuello, con la otra
presionándome el pecho y una vez consumado su orgasmo, me susurró al oído
–dentro de poco me vas a abandonar y lo pagarás muy caro-, nada más decir estas
palabras, no paró de reírse durante cinco largos minutos, yo me quedé
desconcertado y sin orgasmo. Por la mañana vi a Moira dormida en la cama, mi
sombra abrazada a ella y su sombra asomándose al balcón de la habitación, yo,
en el otro extremo de la cama contemplando la escena.
Moira
y yo llevábamos viviendo juntos unos cinco años. Nos conocimos en la fiesta de
un amigo común, a la que acudimos acompañados de nuestras respectivas parejas y
acabamos yéndonos juntos sin nuestras respectivas compañías. A partir de ahí
empezó toda una aventura de complicidad, juego, emoción y compromiso.
Disfrutábamos tanto el uno del otro que el resto del mundo realmente no
existía, o por lo menos no existía para mí, ya que no me di cuenta de que entre nosotros fluía un mundo paralelo, hasta que
todo lo cruel y absurdo que se pueda llegar a pensar que puede pasar en una
relación, hasta ese momento idílica, pasa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario